Vaya fin de semana: hemos montado un mueble de ésos de multinacional, que en principio son baratos y fáciles de armar, pero... de eso nada. Las horas de trabajo también cuestan, porque no puedes invertirlas en tumbarte a la bartola, y vais a ver la facilidad de montaje:
Sábado, 11:00: abro la caja y me hago una idea general. Mi padre no puede verme hacer el trabajo por mi cuenta y me dice que si necesito ayuda que la pida, esperando con toda su alma que lo haga, pero yo siempre prefiero trabajar sola (para todo). En un principio tengo cierta tranquilidad, pero al cabo de un rato se despierta mi perro de su siesta mañanera y hete aquí que pasa por delante de mis narices con un destornillador en la boca. Carrerita, bronca... Le quito el destornillador y lo pongo en un lugar seguro.
Sábado, 12:30: empiezo a sospechar que hay algo que no encaja en el plano, porque las guías de los cajones no coinciden con el dibujo. Intento poner de pie la parte montada para hacerme una idea, pero no la controlo bien, se me cae un lado y se rompen un tubillón y una esquina de un soporte (que, al menos, no va a quedar visible).
Pienso en el sermón paterno que me espera, por mucho que el mueble sea mío y lo haya pagado yo.
Mi perro vuelve a pasar con otro destornillador en la boca, se lo quito y entonces se pone a morder el mango del martillo que intento utilizar.
Sábado, 13:30: los cajones están montados, pero sigue sin tener sentido lo de las guías. Me convencen para ir a la playa y lo dejo todo para más tarde. Mi padre dice que ya va a ver él más tarde cómo terminar con el asunto. A la vuelta de la playa, lo dejaré todo en sus manos, porque sé perfectamente que si no acabaremos discutiendo, pero el ambiente ya está enrarecido de todos modos.
Sábado, 21:00: vuelvo a casa. Mi padre reconoce que hay un error en el dibujo (no tenía mucha confianza en mi ojo clínico, como de costumbre). Me echa la bronca por no haber encolado todos los tubillones. Sigo diciendo que no era imprescindible, porque por cada tubillón había un tornillo de seguridad, y además el pegamento venía muy escaso. Los encolamos del todo, ya pasamos del cabreo a la ironía, me dice que hay algo que no está bien ajustado. Efectivamente, una pieza sobresalía, pero por defecto de fábrica, ya que los agujeros de las dos piezas contiguas no coincidían exactamente. Me dice que "ahora sí están bien puestos", veo que siguen prácticamente como estaban y sigue sobresaliendo la pieza, se lo hago notar de mala leche, nos enfadamos y le dejo que continúe solito. Cuando salgo, le digo lo difícil que es trabajar con él.
http://cinemablog.meximas.com/de-crueldades-y-demagogias/
Sábado, 11:00: abro la caja y me hago una idea general. Mi padre no puede verme hacer el trabajo por mi cuenta y me dice que si necesito ayuda que la pida, esperando con toda su alma que lo haga, pero yo siempre prefiero trabajar sola (para todo). En un principio tengo cierta tranquilidad, pero al cabo de un rato se despierta mi perro de su siesta mañanera y hete aquí que pasa por delante de mis narices con un destornillador en la boca. Carrerita, bronca... Le quito el destornillador y lo pongo en un lugar seguro.
Sábado, 12:30: empiezo a sospechar que hay algo que no encaja en el plano, porque las guías de los cajones no coinciden con el dibujo. Intento poner de pie la parte montada para hacerme una idea, pero no la controlo bien, se me cae un lado y se rompen un tubillón y una esquina de un soporte (que, al menos, no va a quedar visible).
Pienso en el sermón paterno que me espera, por mucho que el mueble sea mío y lo haya pagado yo.
Mi perro vuelve a pasar con otro destornillador en la boca, se lo quito y entonces se pone a morder el mango del martillo que intento utilizar.
Sábado, 13:30: los cajones están montados, pero sigue sin tener sentido lo de las guías. Me convencen para ir a la playa y lo dejo todo para más tarde. Mi padre dice que ya va a ver él más tarde cómo terminar con el asunto. A la vuelta de la playa, lo dejaré todo en sus manos, porque sé perfectamente que si no acabaremos discutiendo, pero el ambiente ya está enrarecido de todos modos.
Sábado, 21:00: vuelvo a casa. Mi padre reconoce que hay un error en el dibujo (no tenía mucha confianza en mi ojo clínico, como de costumbre). Me echa la bronca por no haber encolado todos los tubillones. Sigo diciendo que no era imprescindible, porque por cada tubillón había un tornillo de seguridad, y además el pegamento venía muy escaso. Los encolamos del todo, ya pasamos del cabreo a la ironía, me dice que hay algo que no está bien ajustado. Efectivamente, una pieza sobresalía, pero por defecto de fábrica, ya que los agujeros de las dos piezas contiguas no coincidían exactamente. Me dice que "ahora sí están bien puestos", veo que siguen prácticamente como estaban y sigue sobresaliendo la pieza, se lo hago notar de mala leche, nos enfadamos y le dejo que continúe solito. Cuando salgo, le digo lo difícil que es trabajar con él.
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